Durante casi toda la noche, pareció que el Real Madrid iba a escapar al destino que anunciaban los 176 centímetros de estatura media de su defensa, también su inexperiencia. Sin embargo, el destino les derribó precisamente como se esperaba. Por arriba. Después de 25 centros al área, después de algo más de 93 minutos de juego en los que dominaron el encuentro, tanto la pelota como el ritmo y los momentos en los que rondaron a Oblak, el Atlético desactivó la alegría local en el último envío aéreo. Memphis cabeceó hacia atrás en la frontal, y Llorente, también con la cabeza, les birló la victoria, y ese hueco de cuatro puntos que habían abierto contra el Girona, el siguiente visitante del Bernabéu. Lo que apuntaba a noche consagratoria de Brahim, que se fue dejando a la grada en pie después de un gol y una colección de prodigios, terminó en desilusión.
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Andriy Lunin, Ferland Mendy, Nacho, Dani Carvajal, Lucas Vázquez, Federico Valverde, Jude Bellingham (Dani Ceballos, min. 88), Camavinga, Kroos, Brahim Diaz (Joselu, min. 70) y Rodrygo (Modric, min. 76)
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Oblak, Mario Hermoso, Witsel, Savic, Saúl (Samuel Lino, min. 60), De Paul (Pablo Barrios Rivas, min. 61), Marcos Llorente, Rodrigo Riquelme (Nahuel Molina, min. 45), Koke (Correa, min. 67), Griezmann y Morata (Depay, min. 60)
Goles 1-0 min. 19: Brahim Diaz. 1-1 min. 93: Marcos Llorente.
Árbitro José María Sánchez Martínez
Tarjetas amarillas Saúl (min. 37), Mario Hermoso (min. 38), Pablo Barrios Rivas (min. 84) y Depay (min. 95)
No siempre se puede escapar al destino, aunque el Madrid lleva meses esquivando sus golpes. Su acumulación de desdichas marcó cómo se desplegó el partido, aunque no del modo que podría adivinarse. Estaba lo conocido: la lesión de Rüdiger el jueves en Getafe y la amarilla de último momento de Tchouameni que dejó a Ancelotti sin el recambio circunstancial más evidente para su penúltimo central sano. El encontronazo del alemán con Greenwood, le llevó a colocar como pareja de Nacho a Carvajal. Y en este Madrid de Murphy, donde casi todo el que sería importante que no se lesionara se lesiona, también aconteció lo inesperado. Vinicius se fue al vestuario antes de tiempo en el calentamiento y se abrió un periodo de incertidumbre, órdenes y contraórdenes.
Joselu se quedó calentando, cuando ya todo el equipo se preparaba en el vestuario, pero la megafonía anunció a Vini Jr. en el once. Minutos más tarde, por los altavoces se comunicó un cambio de última hora: Joselu comenzaría en lugar del brasileño, que, como luego se supo, había sufrido un percance en las cervicales. Sin embargo, cuando aparecieron los futbolistas para empezar a jugar, allí no estaba el delantero, sino Brahim, idea de último instante de Ancelotti.
Pero el Madrid de este año es un equipo al que le ha venido funcionando todo justo después de que se le gripara lo esencial del motor, o aquello que cualquier observador señalaría como esencial. Estuvo a punto de suceder de nuevo. Después de tres derbis pantagruélicos con 18 goles en los que siempre se había adelantado el Atlético, esta vez pegó primero el Real. Y el golpe lo dio Brahim, que estaba allí después de una carambola doble derivada de otro infortunio. El malagueño creyó más que nadie en un barullo de varios rebotes en el área y le puso premio al dominio de su equipo.
Hasta entonces, el Madrid había gobernado la función ante un Atlético con el freno puesto. Simeone se asomaba a su balcón para pedir a su tropa que aguantara junta, con su línea de cinco defensas, que no cedieran a la tentación de acudir al señuelo de la pelota que movía el rival, que no se desajustaran. Cataban poco el balón y no les duraba mucho. El Madrid había acampado muy arriba y robaba rápido. El despliegue de Camavinga resultó apabullante. El centro del campo era suyo. Por allí robaba, tocaba con finura y rompía líneas a la carrera. Todo pasaba por él y por Kroos, y alrededor de ellos circulaban Bellingham, Rodrygo, Brahim y Valverde.
El uruguayo despachó otra de sus actuaciones expansivas, de futbolista todo en uno. A su defensa de compromiso, Ancelotti le puso a Valverde de muleta. Empezó como un añadido, casi como tercer central, entre Carvajal y Lucas. También vigilaba a Griezmann casi con una marca al hombre. Hasta que el francés se cansó de él y se mudó a la otra banda.
Ahí empezaron las reformas de Simeone, que alejó también a Riquelme, casi inédito como carrilero izquierdo. El argentino pasó a una defensa de cuatro. El Atlético no carburaba. Trataba de explotar la invitación de la estatura de los defensas con una lluvia de centros al área que ponía en aprietos al Madrid y obligó a Lunin a algún puñetazo y a una buena parada para responder a un cabezazo de Witsel. Esas aproximaciones incomodaban al Real, pero no terminaban de producir nada sobre lo que construir demasiado.
Después de una hora, Simeone maniobró de manera más vigorosa: introdujo a Memphis, Lino y Barrios, y retiró Morata, Riquelme y Saúl. Aquello transformó al Atlético, que se asomó de manera más decidida al área de Lunin. Incluso llegó a marcar. Por alto, claro. Savic cabeceó un córner, pero un fuera de juego de Saúl anuló el gol. Sobrevolaba el empate. Pero Lunin, que ha adelantado a Kepa tal vez de manera definitiva, dejó también un rapto de inspiración de los que sostienen partidos: Griezmann taconeó dentro del área pequeña y el portero espantó el problema.
La energía de Memphis y la profundidad de Lino complementaron la creatividad del francés para dañar al Madrid, pero el paso adelante desabrigó al Atlético y el Madrid se lanzó al espacio recién abierto. Valverde cabalgó y cabalgó, y cuando se aproximaba al área vio que eran cuatro de blanco contra dos defensas. Se la dejó a Rodrygo, pero Oblak aguantó de pie.
Como el Atlético, que mantuvo la convicción. El Madrid no anudó el partido, preso de su propia agitación, y los de Simeone terminaron aguándoles la noche por la vía aérea que se esperaba.
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