La final de la Copa del Mundo de fútbol de Qatar 2022 destiló casi todas las esencias del balompié. En el minuto 77 del partido, Argentina vencía a Francia por dos goles a cero. Tenía, además, el balón en su poder. En los miles de lugares desde donde la hinchada albiceleste seguía el encuentro reinaba la alegría. Y esa sensación tan futbolera —y humana— de hacer un repaso sobre lo bien que han estado todos los jugadores del plantel. Una sensación pasada por el filtro de la euforia y algo precipitada y falta de memoria, ya que la historia del fútbol está repleta de giros de guión. Así, dos minutos después, la cosa ha cambiado de forma notable. Francia ha empatado el partido. Dos goles de Mbappé convierten la euforia en agonía.
La brillantez efímera de los futbolistas en la mediocridad habitual que se percibe desde las gradas. Aunque Argentina tenía una hemeroteca tranquilizadora: las finales de 1978 y 1986 se habían complicado en momentos similares. En ambas salió victoriosa. La prórroga de la final de 2022 fue una montaña rusa —un gol de unos, un gol de otros— que terminó en empate. La jugada final —un mano a mano que sacó con la pierna izquierda el portero argentino— concentró de nuevo en un segundo la gracia de este deporte: que a veces es inexplicable. Francia pudo ganar un partido que tuvo perdido. Minutos después, Messi alzaba la Copa del Mundo.
El Mundial de la selección campeona siempre es diferente al del resto de selecciones. Básicamente porque todos los errores y dificultades quedarán eclipsados por el brillo del trofeo. El relato caminará por el sendero del éxito. Incluso la derrota inaugural contra Arabia Saudí se convertía en virtud. Pero eso le sucede a todas las crónicas de equipos campeones. La diferencia está en la forma de contarlo, en la perspectiva y la pasión que se le ponga al relato. En caliente suelen salir cosas más reales. El mundial de Messi (y de la argentina de Scaloni) (geoPlaneta) es el relato casi inmediato de los periodistas Alejandro Wall y Gastón Edul. Uno siguió el torneo desde la tribuna de prensa, el otro desde pie de campo —siendo testigo del ya famoso “qué mirá, bobo, qué mirá, bobo. Andá, andá p’allá, bobo”, que Messi le espetó al holandés Weghorst tras el partido de cuartos de final—. Ambos quisieron hacer un libro que explicara el éxito de la selección argentina más allá de la cita de Qatar. Quiénes eran. De dónde venían. Cómo se construyó el éxito. Una crónica de urgencia desde el lugar en el que sucedían las cosas. Quizás la única forma de no perderse los numerosos detalles que hicieron a Argentina campeona del mundo de fútbol en 2022.
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